Hoy hace setenta años, la edad de oro de los buques de línea estaba en su cenit. El Atlántico estaba surcado por buques legendarios como el Queen Mary, el Normandie o el Rex, verdaderas muestras flotantes del orgullo nacional: técnicamente por delante de su tiempo, lujosos, y dotados de un servicio impecable. Estrellas del cine, magnates, etc. solían viajar en sus lujosos camarotes de primera clase. Pero la evolución de la aviación comercial condenó a estos gigantes al ostracismo y al desguace.